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Me siento en el balcón mirando los guiris. Si me mirasen seguro que les pasaría por la cabeza que soy un escritor bohemio de pluma y papel. Si no fuera por mi portátil de más de mil euros. No tengo nada que decir, sólo cien tonterías. Cien palabras para calentarme las manos, el corazón y la cabeza. Cien palabras de mierda pero atrevidas, elocuentes y con las que se pueda confiar. Que pueda ser libre de estar equivocado o sonar bien. Escribir lo que significan a sonido de tecla. A mi espalda hay un piano y el teclado en el que escribo no suena tan bien. Pero sólo son cien palabras. De mierda. Sin más.