Install Steam
login
|
language
简体中文 (Simplified Chinese)
繁體中文 (Traditional Chinese)
日本語 (Japanese)
한국어 (Korean)
ไทย (Thai)
Български (Bulgarian)
Čeština (Czech)
Dansk (Danish)
Deutsch (German)
Español - España (Spanish - Spain)
Español - Latinoamérica (Spanish - Latin America)
Ελληνικά (Greek)
Français (French)
Italiano (Italian)
Bahasa Indonesia (Indonesian)
Magyar (Hungarian)
Nederlands (Dutch)
Norsk (Norwegian)
Polski (Polish)
Português (Portuguese - Portugal)
Português - Brasil (Portuguese - Brazil)
Română (Romanian)
Русский (Russian)
Suomi (Finnish)
Svenska (Swedish)
Türkçe (Turkish)
Tiếng Việt (Vietnamese)
Українська (Ukrainian)
Report a translation problem
Así es.
Entrenar de noche se convierte en una adicción para mí. Tengo que guardar las formas porque vivo en sociedad pero si siguiera a mi instinto siempre tendría que vivir de noche para dormir de día. El TEMPLO por la noche es un remanso de paz en medio del fragor de la batalla con el hierro. Ese hijo de puta jamás concede una tregua y exige una intensísima y disciplina movilización de fuerzas a desplegar en combate. Acabo con el brillo en la mirada y con la testosterona chorreando por mi frente como un puto corredor de fondo keniano. Me vengo arriba con el peso muerto y entro rápido en trance Mushin. Entonces me voy al tatami y saco media hora de pura intensidad bélica. Un día os voy a subir un video para que flipéis con lo que es un puto soldado espiritual del TERCIO en acción, como mis antepasados durante las encamisadas.