Zainstaluj Steam
zaloguj się
|
język
简体中文 (chiński uproszczony)
繁體中文 (chiński tradycyjny)
日本語 (japoński)
한국어 (koreański)
ไทย (tajski)
български (bułgarski)
Čeština (czeski)
Dansk (duński)
Deutsch (niemiecki)
English (angielski)
Español – España (hiszpański)
Español – Latinoamérica (hiszpański latynoamerykański)
Ελληνικά (grecki)
Français (francuski)
Italiano (włoski)
Bahasa Indonesia (indonezyjski)
Magyar (węgierski)
Nederlands (niderlandzki)
Norsk (norweski)
Português (portugalski – Portugalia)
Português – Brasil (portugalski brazylijski)
Română (rumuński)
Русский (rosyjski)
Suomi (fiński)
Svenska (szwedzki)
Türkçe (turecki)
Tiếng Việt (wietnamski)
Українська (ukraiński)
Zgłoś problem z tłumaczeniem
Durante un tiempo, fui un ávido hundidor. Probablemente pasé más de un año sin orinar en el orinal. Fue muy fácil desabrocharme los pantalones y dejar que el trozo de carne golpeara el borde del tazón con un golpe. El fregadero siempre tenía la altura perfecta para orinar también. Sin salpicaduras. Pero luego comencé a encontrarme con problemas que amenazaban la longevidad de la orina. Verás, cerraría la escotilla de desagüe para poder ver mi creación. Una vez hasta oriné sangre. Pero el tazón blanco comienza a tener estas manchas en el interior. Nunca podría explicar esto si mis padres me lo preguntaran. Hasta el día de hoy, hay manchas, y debo confesar que he renunciado en gran medida a las formas de orinar en el fregadero. Sin embargo, todavía lo hago en baños públicos o si estoy en la casa de otra persona, así que supongo que no lo dejé por completo. Esta es mi historia.